Rafael Martínez Cristo
TRANSPORTE URBANO, UN CAOS
De manera unilateral y sin importar la monumental afectación a la población, los transportistas urbanos han aumentado sus tarifas, en algunos casos hasta 50 por ciento, lo que desgarra los bolsillos de las familias locales que deben afrontar además la galopante inflación en comestibles, energéticos y agua.
Ahora es cuando el Instituto de Movilidad debe ejercer las funciones por las que fue creado y actuar de manera decidida, así como lo hizo con el cobro de licencias de conductores que arrebató de las arcas de cada uno de los 11 municipios, así, de golpe y tajo.
Sacar a la calle a sus voraces inspectores en busca de “transportistas abusivos” es casi como jugarle a Tío Lolo y, de paso, fomentar la pestilente corrupción.
El Imoveqroo no puede actuar como el Lobo y la Caperucita. La autoridad sabe bien que los conductores de transporte no son más que empleados que reciben órdenes de sus patrones, y el Instituto está cierto que son a éstos a los que hay que advertir y, en su caso, sancionar, sin rodeos, directa y contundente.
Y es que de manera oficial no se ha avalado ningún aumento al transporte. Son las autoridades las que determinan tarifas y los incrementos cuando se considera que éstos son necesarios e impostergables.
Cierto es que los transportistas enfrentan también incrementos en sus insumos (gasolina, aceite, servicio, refacciones, etcétera). El problema radica en que estos concesionarios tratan de resarcir su mal a través de un mayor cobro a los usuarios, en una decisión fácil, simplista y abusiva.
Pero también es cierto que el servicio que brindan (en la gran mayoría de los casos) es infame e inhumano. Con unidades vetustas que aparentan latas de sardinas a 40 grados de temperatura. Eso no lo ven, no lo quieren ver.
Una y otra vez, desde hace muchos años, las autoridades han exigido a estos concesionarios de transporte que mejoren la calidad del servicio que brinda, y también, desde hace muchos años, a los transportistas de ha valido tres de cal y dos de arena.
El asunto no es menor. De hecho se éste pudiera ser el gran mal de esta ciudad, empezando por el paupérrimo diseño de las rutas, las que obligan a muchos trabajadores, estudiantes y amas de casa a salir con horas de anticipación para llegar su destino, tras recorrer media metrópoli y tener que tomar dos o hasta tres vehículos de ida, y lo mismo de regreso.
Esto lastima, lacera, enferma a la gente. Y encima le quieren aumentar la tarifa…
Contar con un transporte ordenado, limpio, eficiente y accesible es una de las asignaturas que siguen pendientes, subrayamos, desde hace muchos años.
Si en realidad quieren un Cancún que una, esta es una tarea impostergable.
Sólo así, con medidas que vayan directo al beneficio social, se alcanzará la prosperidad, la tan soñada prosperidad compartida.